jueves, 4 de febrero de 2010

Todavía hay clases

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La crisis no perdona y tampoco lo hace una sociedad en la que haber tenido, o haber sido, es cada día menos un seguro de bienestar. En otros tiempos la movilidad social era muy baja. Quien tenía la suerte de nacer en una familia aristocrática tenía prácticamente asegurado, salvo catástrofe, un futuro de razonable bienestar, bien entendido que razonable bienestar era como mínimo uno o varios pisos enormes en la mejor parte de la ciudad, 4 ó 5 personas de servicio, una vida social activa, la “temporada” de tres meses en algún lugar de la costa y algunas otras ventajas y gabelas. Todo eso, por supuesto, sin pegar un palo al agua… en el sentido laboral. El refrán “quien tuvo retuvo” era de estricta aplicación a las clases altas y de ahí no se bajaba así como así. Aun con inmensas diferencias de fortuna entre ellos, quienes un día habían sido grandes mantenían su posición social con más o menos agobio.

Por el contrario los humildes a lo más que podían aspirar era a dejar a su prole colocada en algún buen oficio y a ser propietarios de una de las casas baratas cerca de la fábrica. Sobre quién era más o menos feliz no me atreveré a opinar porque habría de todo, como en botica.

Las clases medias, bien por negocios o por formación, fueron ganando terreno y con los años su enorme incremento las convirtió en el sustento del Estado, del comercio y del bienestar. Parecía como si por la escalera solo se pudiera subir, auque los escalones más altos continuaran reservados a las familias de sangre.

Los padres esperaban y normalmente conseguían que sus hijos vivieran mejor que ellos. Ahora los que presumen de conocer el futuro dicen que los jóvenes de hoy serán los primeros que vivirán peor que sus padres. No sé si tal cosa ocurrirá pero, de ser cierta la noticia publicada hoy en El País, sí parece que el blindaje de los más afortunados se resquebraja y coloca a la intemperie a personas de abolengo.

Si no me creen vean la noticia que nos informa de la creación de una llamada Fundación Marquesa de Balboa Ancianos Solitarios Venidos a Menos, cuyos fines declarados son: «atender y cuidar a pobres vergonzantes y ancianos solitarios venidos a menos, que vivan solos o en condiciones precarias, con su familia o con personas a quienes también estorban, o en residencias que tienen deficientes condiciones de higiene y en donde, además les traten mal, atendiendo primero a las mujeres, y preferentemente a las que tuvieron una buena posición, con preferencia a las personas de la condición social que tuvo la extinta Excma. Sra. Marquesa de Balboa, que necesitan ayuda y no se atreven a solicitarla o no lo consiguen” (sic) ¡Tela marinera!

Hay que señalar que si la largueza económica de las patronas (todas ellas damas) se corresponde con la que han tenido a la hora de redactar los fines a los que dedicarán sus desvelos, no va a haber condesa, duquesa, grande o pequeña de España y aun gentilhombre en apuros que no encuentren en la fundación el apoyo y sustento que precisen.

Me cabe, sin embargo, la duda de cuál será la asignación que estas señoras considerarán mínima, toda vez que el estándar de algunas personas comienza a contar a partir del mayordomo.

Es tan estupenda la noticia que me gustaría que de verdad sea cierta y que no se desmienta mañana o pasado. En todo caso, sea una broma o no, he de confesar que la iniciativa y sobre todo el término “venidos a menos” me han despertado una irreprimible sensación de ternura. De verdad que sí. Se lo juro por Snoopy.

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