martes, 27 de julio de 2010

Segunda entrega: "Con divisa verde y oro"


Vuelvo a la carga con la copla como símbolo y como instrucción moral escalofriante del correcto comportamiento de las mujeres.

Es cierto que las protagonistas de la mayor parte de las coplas son mujeres humildes, víctimas fáciles de un modelo de comportamiento injusto y a veces brutal que estas canciones populares les reserva sin la menor compasión. Pero siendo esto cierto, no hay que olvidar que para el imaginario "coplero" es la condición de mujer lo que cuenta. Por eso traigo hoy un ejemplo en el que la protagonista es una mujer rica, de buena posición que, sin embargo, pese a ello es condenada también a la tristeza del desamor.

Ganadera salmantina víctima de la maledicencia de sus mayorales forzada finalmente a enterrar sus sentimientos porque "con su hacienda y su apellido ya le sobra en qué pensar".

Terrible y de hace muy poco tiempo.





Vino en un rayo de luna,
de luna del mes de enero,
era un chiquillo de Osuna,
que quería ser torero.
Ganadera salmantina,
yo la nombro por madrina,
que el dinero y el cartel,
si algún día lo consigo,
pongo al cielo por testigo,
que me caso con usted.
Un olé en la tienta,
por su valentía,
y un duende en mis venas,
que así me decía:

Ganadera con divisa verde y oro,
¡Ten cuidado!
que el amor no te sorprenda como un toro,
desmandado.
Por tu hacienda y tu apellido,
se te guarda devoción,
y un clavel en tu vestido,
llamaría la atención.
En tus ojos se adivina,
la locura de un ¡Te adoro!
y has de ser como una encina,
ganadera salmantina,
con divisa verde y oro.

Ya es un torero de fama,
dinero y categoría,
ya es su pasión una llama,
que me ronda noche y día.
Por tres veces me ha pedido,
que le tome por marido,
por tres veces dije no,
y la causa está en Osuna,
morenita de aceituna,
que por mí se le olvidó.
Y son en mis noches,
de penas mortales,
cuchillos las coplas,
de mis mayorales.

Ganadera con divisa verde y oro,
¡dueña mía!
cuanto diera por salvarte de ese toro,
de agonía.
Con tu hacienda y tu apellido,
ya te sobra en que pensar,
y hasta el luto del vestido,
te lo debes de quitar.
Porque así no se adivina
que enterraste un: ¡Te adoro!
bajo el tronco de una encina,
ganadera salmantina,
con divisa verde y oro.

Letra tomada de La poesía de la copla

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