viernes, 8 de febrero de 2013

Empresaurios

Serie TV Dinosaurs

Dícese de aquella clase dirigente de la economía que medró en medio de los privilegios y protecciones que le ofrecía una dictadura jurásica que hubo en España hace ya bastante tiempo pero tal vez no el suficiente. Grandes, abusadores, incapacitados para toda innovación o modernidad, codiciosos del beneficio inmediato, destructores incansables del medio ambiente y aun de la salud de sus propios sectores empresariales, nada produce más terror en estos seres que la libre competencia, a la que temen como a un asteroide catastrófico.

Nacieron con el virus del estraperlo incrustado en su ADN y de aprovecharse directamente del hambre de nuestros abuelos con el tiempo se construyeron, a base de ventajismo, enormes empresas capaces de parasitar otras partes menos obvias y más rentables de nuestra riqueza, de la de todos.

¿Se imagina usted al gran constructor llegando al chalet de su exclusiva urbanización privada compungido, contrito, para explicarle entre sollozos a su santa, que tal o cual concejal, político, funcionario.... le ha obligado a soltarle un sobre lleno de dinero si quería optar a tal o cual obra pública? Yo no me lo imagino, y seguramente usted tampoco. Veo más bien a un orgulloso empresaurio, satisfecho de la operación que hoy ha llevado a cabo con el pringao ese del concejalillo -¡que me come en la mano oye!- al que por unos miserables miles le he sacado un contrato que se van a morir de envidia esos hijoputas del club de golf. ¿A que así sí se lo imagina usted mejor, verdad? Yo también.

Lo que no se puede negar es que son listos como el hambre, precisamente el mismo hambre de sus vecinos a costa de la que se hicieron ricos sus abuelos franquistas. Tan listos son que sus nombres aparecen en listas pero nadie les señala. Condena la opinión pública, con razón, al que comía en su mano pero nadie dice nada de ellos, nadie les reclama el 35% de impuesto de sociedades por aquellos millones desembolsados. Nadie habla de cárcel. Han conseguido que, estando en el puñetero medio del lodazal, nadie parezca verlos. Ellos sí que saben.

Estos días leía a un directivo de una importante empresa vasca decir que la suya nunca entró al “juego de las comisiones”. Efectivamente tiene razón, para quienes sí lo hicieron era un juego, un juego trucado, por supuesto, en el que solo podían ganar, y en donde los auténticos empresarios y todos los demás ciudadanos solo podíamos perder. Qué listos son, los hijoputas.

Publicado en Danok Bizkaia el 8 de febrero de 2013

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