lunes, 17 de marzo de 2014

Menos humos!

Verán que cuatro de las cinco fotos que acompañan a este texto son en blanco y negro. Ciertamente la poco higiénica costumbre de fumar en lugares públicos estaba más extendida antaño. Ha sido la propia sociedad la que ha ido evolucionando hacia costumbres más sanas y respetuosas con el aire ajeno. De ahí la antigüedad de estas imágenes.

Seguramente fruto de ese cambio social, los legisladores pudieron establecer hace unos años prohibiciones de fumar en lugares públicos que hubiesen sido imposibles en los tiempos en que se tomaron algunas de estas fotos.

Aunque soy poco radical, también en esto, me parece muy bien que la ley evite que los fumadores dañen la salud ajena, la de las personas que no fuman o de las que un bendito día decidimos no seguir haciéndolo, como yo mismo. Pero no debemos olvidar que la única razón admisible para prohibir el consumo de un producto dañino, sin duda, pero legal, en un espacio público es preservar la salud no del fumador sino de las personas que le rodean.

Viene todo este rollo a la intención que parece que hay ahora de prohibir el uso de unos extraños adminículos llamados cigarrillos electrónicos, que parece que no emiten hacia el ambiente que rodea al usuario ninguna sustancia nociva. Se ve que una vez prohibido el tabaco en espacios públicos alguien ha pensado en que "ya puestos" vamos a prohibir también cualquier cosa que se le asemeje.

Es evidente que nuestra concepción de lo que es la democracia se ha debilitado mucho, en todos los sentidos. Las libertades individuales suenan casi a egoísmo, hasta el punto de que las voces justicieras y redentoras, también en todos los sentidos, parecen sentirse ahora con fuerza para "ya puestos" reclamar prohibiciones dirigidas a otras malas costumbres, la de estos cigarrillos... y otras. ¡Que miedo me da ese sendero de virtud!

Médicos como aquellos que te recibían fumando en la consulta (en los tiempos en que se tomaron algunas de estas fotografías) andan por ahí diciendo, seguramente con toda razón, que "vapear" nicotina es también muy malo para la salud de quien lo hace y que no le ayuda al síndrome de abstinencia ni a dejar el tabaco y que, aunque menos que la planta, algunos componentes bien venenosos ya tienen los chismes esos. Bueno ¿y que?

Reconozco a estas personas toda la autoridad para expresar esas certezas médicas pero de ellas no se deduce ninguna razón para prohibir en público una actividad que únicamente perjudica a quien libre y conscientemente la ejerce. No dudo que sea hábito muy malo para el "vapeador" y aceptaría de muy buen grado que estos profesionales solicitasen clara y rotundamente su prohibición total (en público y en privado) como pasa con otras drogas. Pero mucho ojo cuando hablamos de lo que se puede o no se puede hacer en el espacio público. Porque desde el punto de vista de la libertad la única pregunta válida para su prohibición, absolutamente la única es: ¿contamina el aire que respiran las demás personas? No les he leído ni una sola línea que diga que es así, por lo que no me queda otro remedio que pensar que se trata de una cruzada, de otra más, en favor de la rectitud y las buenas costumbres.

Pues mucho ojo. No sé usted pero yo, cuando alguien se siente legitimado para prohibirnos algo "por nuestro bien", no puedo evitar que se me vengan a la memoria, amenazantes como espectros zombies, todos los ataques a la libertad que en la historia de la humanidad han sido, desde los perpetrados por la Santa Inquisición hasta las purgas falangistas o las reeducaciones al disidente del comunismo real.

La lista de las actividades inadecuadas o reprobables es tan larga como la imaginación humana y tan peligrosa como ella. La democracia y el derecho que trajo consigo vinieron precisamente a limitar y regular el poder que puede ejercer el Estado en nombre de la sociedad, fijando claramente sus límites y dejando libre al ciudadano para seguir sus propias costumbres y hábitos mientras no perjudique a los demás, y eso incluye tanto lo que les parezca bien a sus vecinos como lo que les parezca mal. Si tiene usted alguna duda de en dónde está esta frontera que hoy se quiere traspasar con tanta ligereza pregunte a cualquier no cristiano, a cualquier homosexual, a cualquier mujer. Ellos y ellas le explicarán.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Bastante de acuerdo, Carlos. Aunque matizaría alguna cosa. De todos modos, y en línea con lo que dices, no sé si fue Burke el que manifestó que la entrada de la tiranía en política se produce a partir del momento en que se acepta que "otro" puede decir sobre tu felicidad personal. Abrazo...
(Pedro Ugarte)