jueves, 7 de mayo de 2015

A portagayola

Foto realizada por Manu Fernández. El Correo

Antonio Fernández Casado es un señor de Bilbao experto en hostelería, a la que siempre ha aportado conocimiento, dinamismo y valor añadido. En tiempos, su activísimo trabajo en uno de los más clásicos hoteles de la ciudad llegó a convertirlo en sorprendente centro de la vida social. Vamos que lo de Antonio ha sido siempre un no parar.

El año pasado aceptó hacerse cargo de la Presidencia del “Club Cocherito”, que es uno de los 2 clubes 2 que los amantes de la tauromaquia tienen en Bilbao, y muy antiguo además.

Recuerdo que la noticia de su llegada a la presidencia me hizo pensar algo así como “seguro que a partir de ahora sabremos más de ese club, ¡bueno es Antonio!”. Ya empezamos a saber. De entrada 6 candidatos 6 para las próximas elecciones fueron convocados esta semana a un debate sobre los toros. Algunos mandaron a buenos gregarios pero todos los grupos políticos comparecieron. Allí estuvieron el socialista Alfonso Gil, Luis Eguiluz, del PP, Andoni Rekagorri, por el PNV, Rodrigo Vilallonga, de Vox, Helena Gartzia, de Bildu y Asun Merinero que es candidata de Podemos.

Ahora que toda actividad pública que se presuma polémica es evitada o preparada con todo cuidado y la mayor de las prevenciones -que no hay papel de fumar bastante en los estancos de la villa- le pega todo a Antonio afrontar este debate a portagayola, con seriedad pero sin asomo de miedo.

Una vez en el ruedo público, los intervinientes mansearon en torno a aspectos económicos como el importante impacto de las corridas generales de agosto para la hostelería bilbaína y a las primeras de cambio escapaban buscando el cómodo olivo del relevo generacional de la fiesta o de la composición más o menos adecuada de la Junta Administrativa de Vista Alegre, tal y como era de esperar del frágil encaste que presentan nuestros políticos de ahora.

La faena discurría sin entrar al trapo de la auténtica brega para la que habían sido convocados y que presentaba el indudable peligro de que una palabra mal colocada supusiera alguna banderilla de castigo por parte de un sector u otro de un electorado respetable pero siempre frágil.

Un político de raza es el que resulta capaz de transmitir un criterio moral firme y claro, que sirva a sus electores e incluso a sus adversarios para adivinar por sus hechuras la que será su reacción ante el castigo que sin duda encontrará cuando se haga cargo de las responsabilidades a las que quiere acceder.

Quien pretendiera tal cosa pinchó en hueso. Los intervinientes salieron corretones y evitaron manifestarse con rotundidad, salvo para cargar la suerte contra la representante de Bildu, que trataba de armonizar su rotunda postura contraria a las corridas de toros, así en general, con el mantenimiento y apoyo local a la fiesta en algunas localidades guipuzcoanas de gran tradición taurina en las que su partido gobierna.

Como la corrupción y sus derivados no puede faltar nunca, no ya en un debate político sino incluso cuando se entrevista a un actor o a una folclórica (y si no fíjense en las secciones de ocio y TV) la lidia pronto derivó hacia el abuso de las entradas de la feria por parte de los concejales, que las reciben en razón de su cargo, y de si se debe o no destinar dinero público a actividades lúdicas que al fin resultan privadas, por más que supongan brillo y animación para la ciudad. Un debate que a mí me resulta tan interesante que me gustaría que se realizase no en el Club Cocherito sino en el campo de San Mamés. Lo digo para que quepamos todos y todas.

Finalmente, viendo que irrumpían en el debate las violencias (término que tomo prestado de la Secretaría General para la Paz y la Convivencia del Gobierno Vasco) el Presidente optó por el aviso, dando por terminado el festejo.

Silencio.

Publicado en eldiarionorte.es el 27 de abril de 2015


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