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«Ya es bien extraño que gente del mismo oficio se encuentre reunida, con tal de disfrutar o de distraerse, sin que la conversación acabe con alguna conspiración contra el público, o para hacer cualquier maquinación para elevar los precios»: Adam Smith (1723-1790)
Viene esta cita del considerado padre fundador de le economía moderna y faro del liberalismo a cuenta de la multa de más de 200 millones de euros que la autoridad de la competencia ha impuesto a seis de las mayores constructoras de España por pactar precios y condiciones durante más de 25 años en miles de licitaciones públicas.
En efecto, la CNMC considera -como el sabio escocés- que aquellas reuniones semanales que desde 1982 mantenían los responsables de estas empresas, aparte del legitimo disfrute y distracción mutua, servían para intercambiar información sobre su estrategia de presentación: “decidían los contratos públicos en que iban a compartir trabajos técnicos de sus ofertas” con “efectos particularmente dañinos para la sociedad” que era quien licitaba los hospitales, puertos, aeropuertos y carreteras para los que estas empresas presentaban sus ofertas acordadas mutuamente.
Es evidente que a Smith, creador de la mano invisible como metáfora de las virtudes automáticas de un mercado sin intervención pública, tampoco le pasaba desapercibida la “mano escondida” como forma de manipulación encubierta por parte de sus agentes más poderosos.
Las cuatro estaciones del libre mercado
Los ultraliberales del dinero (por lo común muy conservadores en todo lo demás) tratan de vendernos cada día que el libre mercado lo único que precisa para generar prosperidad es la desregulación y el máximo adelgazamiento del Estado y de sus controles. Dicen admirar mucho a Adam Smith al que han leído en diagonal, y defienden las dos primeras fases del libre mercado, pero se cuidan de mirar siguiera las siguientes.
Estaciones virtuosas:
Primavera. Libre acceso al mercado. “Libertad”
Cualquier agente que sea capaz de asumir el riesgo de ofrecer un servicio o un producto que atienda una demanda y le permita obtener beneficios debe poder acceder al mercado sin más barreras que la dificultad propia de su negocio. En esta fase la democracia política, la libertad informativa y una Administración eficiente son requisitos básicos.
Verano. Equilibrio en competencia. “Competencia es calidad y prosperidad”
En mercados bien desarrollados la cantidad y variedad de oferta genera abundancia, segmentos distintos de calidad y precio, además de promover la innovación y la prosperidad general. En esta fase importa que la sociedad sea dinámica, innovadora y con capacidad de compra.
(NOTA: Los ultraliberales dejan de leer aquí y pasan directamente a concluir que menos impuestos)
Estaciones viciosas:
Otoño. Cartelización. “Entre bomberos no nos pisamos la manguera”
Proceso discreto de acuerdos entre competidores ya instalados para repartir segmentos de mercado, evitar una competencia real entre sí, subir precios e impedir el acceso de nuevos agentes, blindando la posición de los existentes. Llegada esta fase extractiva empieza a importar sobre todo que la inversión pública sea alta y haya para repartirse.
Invierno. Secuestro del regulador. “Lo que es bueno para la GM, es bueno para los EEUU”
Una vez alcanzada una posición de dominio y apoyándose en su indiscutible importancia económica, los siempre pocos y grandes agentes, casi siempre de sectores estratégicos tratan, sin disimulo alguno, de que el Estado les facilite terminar con el mercado libre e instalar sus monopolios u oligopolios. A partir de aquí muere la innovación, si acaso la compran según entiendan que conviene en cada momento. En esta fase la democracia es ya prescindible y a veces incluso incómoda.
No se engañe, como pasa con las estaciones climáticas, tras cada una de estas viene inevitablemente la siguiente, aunque sus periodos sean más largos y aunque veamos a sectores y empresas en momentos distintos de esta evolución, la única forma de detener esta deriva es que el maldito Estado, en este caso la CNMC, ejerza su autoridad, aunque sea 25 años más tarde.
Va por usted, Mr. Smith.
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