jueves, 12 de junio de 2008

Vigesimoquinta entrega. Los probadores

(Útil para las mujeres)

En una entrega anterior hice referencia a las dificultades que tenemos muchos hombres para manejarnos con la ropa.

Los colores, las texturas, las combinaciones, el corte, el cómo sienta y todo el mundo que rodea al “textil” nos resulta a muchos un universo incómodo. Por eso es tan habitual que demoremos la compra de ropa cuanto podamos. Luego nos pasa, claro, que cuando ya no tenemos qué ponernos nos vemos obligados a salir, pesarosos e inquietos, a comprar ropa en cantidades que atentan gravemente contra nuestra economía.

Resulta lógico que una tarea tan poco gratificante la queramos hacer en el menor tiempo posible, por lo que es habitual que a vosotras os parezca que nos precipitamos y compramos de forma apresurada. Y seguramente tenéis razón.


Si todo el proceso de selección y compra nos resulta molesto, habéis de saber que el uso de los probadores es la parte más fastidiosa y desagradable de esta labor: Desvestirse y vestirse, moverse en un espacio tan reducido, abrocharse y desabrocharse una y otra vez, recoger las prendas que se caen al suelo desde las perchas y todo ello sudando a mares cuando es verano, nos resulta a muchos una verdadera tortura. Cuando ya nos pinchamos con los alfileres que marcan el recorte de los bajos de los pantalones el tormento se extiende de lo psicológico a lo físico.

Es particularmente humillante asomarnos fuera del probador para que vosotras, y también la dependienta de la tienda, nos hagáis comentarios sobre lo adecuado o no de la pieza que con tanto trabajo nos hemos podido embutir. Que si te tira de la sisa (¿qué será eso de la sisa?), que si te marca mucho el culo, que si “no me gusta cómo te queda” así sin más explicaciones. Éstos y otros comentarios parecidos hacen mella en nuestra dignidad, como también lo hace que vosotras sí os acordéis detalladamente de toda la ropa que tenemos en nuestro armario.

Como además resulta que la compra de ropa no nos resulta especialmente reconfortante, muy al contrario de lo que os pasa a tantas de vosotras, es fácil de entender que todo ese lío nos convierta temporalmente en seres mohínos y desagradables con quien nos acompañe. Por eso un poco de paciencia por vuestra parte ayudará mucho.

Con objeto de hacer más llevadero el mal rato es buena idea que nos ayudéis a seleccionar la ropa antes de probárnosla para que al cubículo maldito llevemos la menor cantidad de prendas posible.

En definitiva, conviene que tengáis en cuenta que durante todo el tiempo que estemos de compras lo estaremos pasando mal o muy mal. Nunca bien. Que estaremos incómodos, disgustados y deseando terminar. Por eso es muy importante que desde el principio evitéis haceros a la idea de que vamos a visitar decenas de tiendas, como tan gustosamente podríais hacer vosotras acompañadas de una amiga. Nada de eso.

Es muy de agradecer que nos ayudéis a comprar ropa pero cuando queráis ir de compras a disfrutar hacedlo con una amiga o solas, pero no con nosotros.

3 comentarios:

Cariátides dijo...

Estoy de acuerdo contigo. No hay nadie mejor para ir de compras que una amiga, o sola...

Lo de la estrechez de los probadores es tedioso para todos y todas.

Lo que odio son esos probadores que no tienen espejo dentro y haz de salir fuera a ver como te queda de sisa, de culo, de largo...y curiosamente todo el mundo mira, y además miran como te miras. En fin, se rompe la intimidad contemplativa que da un espejo de interior...

Otra cuestión que me molesta son los probadores de cortinas, cuyas cortinas no dan para cubrir ambos lados. El espejo hace que te pongas como te pongas se te verá desde fuera; si además ese día usaste tanga en lugar de braga y te fuiste sola, echaras de menos hasta al novio de turno para que sujete a ambos lados el telón de sueños.

Las madres no siempre son buenas acompañantes. La mía como se aburre se va a dar vueltas por la tienda buscando nuevos modelitos para que me los pruebe, tiene la habilidad de abrir la cortina para meter más cosas justo cuando menos ropa llevo, en fin...que se termina adquiriendo cierto carisma exhibicionista.

Un saludo.

Carlos Gorostiza dijo...

Cariátides:
Tienes toda razón en lo de las cortinas. A mi ya me da lo mismo que me vean los calzoncillos modelo "Hommer Simpson" que he usado desde la niñez hasta hoy, pero sí recuerdo de antiguo la manía de las madres de abrir todo el rato la cortina para meter más y más prendas. Que horror.

Anónimo dijo...

dale papa!!!!! jajaja son una mofa de reflexiones que explicas aqui!!
por cierto, la tal maria esa dijo que hicieras reflexiones sobre el comportamiento de los adolescentes; me muero por ver eso!!

Tu hijo el yankee