viernes, 22 de junio de 2012

Chorros de alegría



Hoy vuelvo también con buenas noticias…creo. El puerto de Getxo ha recibido estos días una nueva visita de delfines. Parece que esta vez estuvieron un buen rato explorando la zona deportiva para curiosidad y alegría de los paseantes y de los marineros que se afanaban repasando sus barcos atracados. Aún recuerdo que hace unas décadas, para contemplar los pocos cormoranes que se avistaban en Urdaibai teníamos que trepar por resbaladizos riscos y peñas. Ahora muchos de ellos se secan al sol con sus alas extendidas en plena dársena de Lamiako y los he visto pescar tranquilamente junto al mercado de la Ribera de Bilbao o en Bolueta. Según dicen los técnicos, los niveles de oxígeno en la Ría, que un día fue cloaca, se recuperan claramente.

Cormorán y garcilla. Foto Gara
En medio de tanta mala noticia como nos dan cada día, alegra saber que nuestra capacidad de destrucción de los ecosistemas cercanos es, por fortuna, menor que la inmensa fuerza de la naturaleza por reconquistarlos. En cuanto dejamos de verter, de talar, de envenenar, de arrasar en general, la vida regresa tenaz y donde creímos que jamás volveríamos a ver sino restos de nuestra ambición irresponsable resulta que hoy nos sorprende la llegada especies tan simbólicas y extraordinarias como estos cetáceos salvajes.

Seguramente el falso convencimiento de que somos capaces de destruir el planeta es un signo más de nuestra particular vanidad como especie supuestamente elegida. Es seguro que somos capaces de arruinar nuestra propia civilización, como hemos hecho ya con varias. Sin duda nos las apañamos fenomenal para ensuciar el mundo que nosotros mismos necesitamos limpio y en el último siglo nos esforzamos con absurda vehemencia en inventar armas capaces de acabar con la humanidad entera a la que pertenecemos. En definitiva que si somos un peligro como especie, lo es sobre todo hacia nosotros mismos, porque es evidente lo rápidamente que la naturaleza volverá a hacerse con nuestras costas y nuestros ríos en cuanto desaparezcamos.

Pero como veo que me estoy despeñando por el pesimismo antropológico, optaré por ver las cosas de otro modo: no solo hay esperanza sino que el planeta premia enseguida nuestro respeto. Vale la pena el esfuerzo, y no hace falta esperar generaciones para ver el resultado, los delfines de esta semana han venido a demostrárnoslo hasta la misma puerta de casa, con razón la gente los miraba con alegría.

Publicado en Danok Bizkaia el 22 de junio de 2012

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