viernes, 1 de febrero de 2013

El balón pinchao



En 1997 se inició la llamada “guerra del fútbol”, en la que las entonces nacientes televisiones de pago pelearon por hacerse con algo que animase a miles de personas a empezar a pagarles dinero en un país absolutamente acostumbrado a que la TV fuera gratuita. Tal vez no fuera tanto lo que iban a ganar como el convencimiento de que quien perdiese el fútbol simplemente moriría, como así ocurrió. El fútbol era la llave del negocio.
Casi todos los antiguos clubes se habían convertido en Sociedades Anónimas Deportivas y al poco empezamos a saber que ya no solo tenían colores sino que también tenían dueño. En efecto, pintorescos empresarios, populistas y lenguaraces muchos de ellos (y algunos cosas peores) se lanzaron a la compra de equipos de fútbol históricos.

El chorro de dinero de las televisiones que pujaban por su propia supervivencia y el apoyo servil de las instituciones locales y regionales fueron alimento más que de sobra para que se inflase el sector futbolero en España, con parecido y paralelo desafuero al de la construcción.

En este momento hay 27 equipos en concurso de acreedores y otros que ni presentan cuentas. La deuda del fútbol con sus proveedores se estima en más de 3.500 millones, mientras Hacienda busca la forma de cobrar al menos una parte de los casi 800 millones que se le adeudan, y subiendo.

Y encima los clubes europeos empiezan a mirar mal a los de España, a los que acusan de competir en condiciones escandalosas. Claro: allí donde a un equipo con deudas se le expulsa sin contemplaciones de la competición no entienden que los arruinados de aquí sigan jugando y fichando como si no hubiera pasado nada.

Ninguna televisión está dispuesta a pagar ahora lo que le pidan. Los ayuntamientos y comunidades están ahogados y miles de socios y aficionados no están para alegrías. Los romanos hablaban de “panem et circenses” pero nuestro circo parece que ya no puede pagarse ni siquiera su propio pan.

En el fútbol la palabra grande y el exabrupto feroz tienen mucho predicamento pero no nos ayudarán a que esta situación se encarrile. Pocas cosas son fáciles de desactivar y menos aún lo son estos artefactos cargados de sentimientos y emociones que son los clubes de fútbol. A ver quién y cómo desinfla esta otra burbuja antes de que nos explote en la cara, o en el corazón.

1 comentario:

Gaztea Ruiz dijo...

¿Dejar a tantas personas de este país sin fútbol? Eres un temerario. Si ocurriera, entonces SÍ, saldrían por cientos de miles a la calle y caerían gobiernos por doquier.