En 1997 se inició
la llamada “guerra del fútbol”, en la que las entonces nacientes televisiones de
pago pelearon por hacerse con algo que animase a miles de personas a empezar a pagarles
dinero en un país absolutamente acostumbrado a que la TV fuera gratuita. Tal vez no
fuera tanto lo que iban a ganar como el convencimiento de que quien perdiese el
fútbol simplemente moriría, como así ocurrió. El fútbol era la llave del
negocio.
Casi todos
los antiguos clubes se habían convertido en Sociedades Anónimas Deportivas y al
poco empezamos a saber que ya no solo tenían colores sino que también tenían dueño.
En efecto, pintorescos empresarios, populistas y lenguaraces muchos de ellos (y
algunos cosas peores) se lanzaron a la compra de equipos de fútbol históricos.
El chorro de
dinero de las televisiones que pujaban por su propia supervivencia y el apoyo
servil de las instituciones locales y regionales fueron alimento más que de
sobra para que se inflase el sector futbolero en España, con parecido y
paralelo desafuero al de la construcción.
En este
momento hay 27 equipos en concurso de acreedores y otros que ni presentan
cuentas. La deuda del fútbol con sus proveedores se estima en más de 3.500 millones,
mientras Hacienda busca la forma de cobrar al menos una parte de los casi 800
millones que se le adeudan, y subiendo.
Y encima los
clubes europeos empiezan a mirar mal a los de España, a los que acusan de
competir en condiciones escandalosas. Claro: allí donde a un equipo con deudas
se le expulsa sin contemplaciones de la competición no entienden que los
arruinados de aquí sigan jugando y fichando como si no hubiera pasado nada.
Ninguna televisión
está dispuesta a pagar ahora lo que le pidan. Los ayuntamientos y comunidades están
ahogados y miles de socios y aficionados no están para alegrías. Los romanos
hablaban de “panem et circenses” pero nuestro circo parece que ya no puede
pagarse ni siquiera su propio pan.
En el fútbol
la palabra grande y el exabrupto feroz tienen mucho predicamento pero no nos
ayudarán a que esta situación se encarrile. Pocas cosas son fáciles de desactivar
y menos aún lo son estos artefactos cargados de sentimientos y emociones que
son los clubes de fútbol. A ver quién y cómo desinfla esta otra burbuja antes
de que nos explote en la cara, o en el corazón.
1 comentario:
¿Dejar a tantas personas de este país sin fútbol? Eres un temerario. Si ocurriera, entonces SÍ, saldrían por cientos de miles a la calle y caerían gobiernos por doquier.
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