Es curioso ver cómo la historia se repite y que la tecnología obliga de nuevo a revisar las normas de uso del espacio urbano, pero que esta vez no podrá ser ya para establecer las fronteras duras que precisó el automóvil.
Acostumbrados como estamos a que la división entre acera y calzada sea radical, nos va a costar adaptarnos a cambios que volverán desdibujar las fronteras con vehículos que no son juguetes y que pueden usar tanto calzadas como aceras.
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