miércoles, 1 de octubre de 2008

Las sotas de Bizkaia

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En la villa de Gernika (antes Guernica) hay una antigua ermita llamada, precisamente, Santa María la Antigua. Está justo al lado del histórico roble y en ella se celebran las sesiones plenarias de las Juntas Generales de Bizkaia (antes Vizcaya), que es como el parlamento provincial.

La tradición político-romántica del siglo XIX se empeñó en convertir los fueros en un mito haciendo pasar unas normas que fueron muy generalizadas en la antigüedad como si fuesen algo así como una democracia originaria de los vascos.

No es tema menor puesto que como consecuencia de aquellos polvos jurídicos tenemos ahora unos lodos económicos bien sustanciosos, que los vascos defendemos con fragor y con rara unanimidad.

El árbol de Gernika, que hasta tiene un himno y todo, es el símbolo de aquella democracia originaria en la que “solo existía una clase social: la de vasco” (Sabino Arana dixit). Tal consideración de monumento singular nos obliga -no crean- a considerables desembolsos en su mantenimiento y a tener diseminados por ahí esquejes del Quercus para poder sustituirlo en caso de que muera. Una circunstancia que se ha dado últimamente quizás por la misma consanguinidad (si es que existiera en las plantas) o tal vez porque al roble le sentaban mejor las bostas de caballeriza de los antiguos Señores que los humos de los turbodiesel oficiales de los representantes democráticos actuales. Vaya usted a saber.

Todo el lugar forma un espacio excelente para las visitas de los turistas y, siendo el parlamento territorial, ya imaginará el lector que el edificio está perfectamente conservado y cuidado. Además, los miembros de las Juntas Generales trabajan sobre todo en Bilbao y la actividad parlamentaria en Santa María la Antigua se circunscribe a los actos de mayor protocolo por lo que los visitantes pueden ver el edificio con tiempo y comodidad.

El salón de plenos es un verdadero parque temático de aquella “democracia originaria vasca”. Así lo atestiguan los bancos corridos en los que los junteros, sentados como un cuatro, machacan sus lumbares mientras escuchan los debates sobre carreteras e impuestos. Las paredes y techos acogen textos en euskera y castellano, de hechura impecable y reciente pero con caligrafía de falsa antigüedad, en los que se da cuenta de los Señores de Vizcaya que juraron los fueros cabe el árbol: desde Juan I, en el siglo XIV, hasta el sinvergüenza de Fernando VII, en el XIX. Todo tiene un fuerte tufo kitsch pero lo más de lo más son los cuadros de los antiguos Señores que adornan los muros. Unos con armaduras y yelmos, otros con golas y casacas y los menos con...en fin...vaporosos vestidos, todos asisten impertérritos a los debates sin pizca del cansancio que ablanda a los actuales miembros de las Juntas. He comprobado que los cuadros, todos muy parecidos, los pintaron Sebastián de Galbarriartu y los hermanos Bustrín en el siglo XVII pero a mí, que quieren que les diga, no me hubiese extrañado nada si hubiese leído que los dibujó un tal Heraclio Fournier, de Vitoria, como bocetos para las sotas de sus naipes.

Aunque hay cosas más bonitas para ver entre Gernika y el mar les recomiendo una visita corta a la Casa de Juntas pero, ojo, de esto que han leído ni una palabra. Mantengan el tipo y dejen los sarcasmos para la salida no sea que alguno de los empleados se moleste pensando que se ríen ustedes de la democracia vasca. Hasta ahí podíamos llegar.

Perdon por la calidad de la foto, ya buscaré otra.

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