domingo, 7 de noviembre de 2010

Memoria selectiva. No se libra ni el Papa


Todos tenemos memoria selectiva. Recordamos con todo detalle aquello que nos conviene y tendemos a olvidar los episodios un tanto enojosos que nos han pasado a lo largo de la vida, especialmente si en ellos no hicimos un papel demasiado brillante.

Esta debilidad tan humana es más disculpable cuando lo ignorado es algo que queda dentro del mundo privado y más condenable cuando lo olvidado afecta a otras personas. Pero cuando han sido miles las personas a las que se ha hecho un daño terrible el olvido es imposible y el disimulo, indecente.

Joseph Ratzinger, máxima autoridad de la Iglesia Católica Romana, ha venido a criticar el “laicismo agresivo” que al parecer detecta en la sociedad española y que dice que le recuerda al anticlericalismo de los años treinta. También ha reivindicado el papel clave del Camino de Santiago en la fundación de Europa.

Qué buena memoria tiene Benedicto XVI…para lo que quiere. Y que mala para lo que le incomoda. Suponiendo que le incomode que su iglesia haya sido a lo largo de toda la historia de España la perseguidora principal, decisiva  arma de los poderosos contra los humildes, rémora de cualquier progreso y que durante siglos su crueldad fuese tan legendaria como cierta.

Durante  los siglos en que los peregrinos crearon esa tradición tan europea del camino, que bien recuerda el Papa, la persecución de la Inquisición era parte del paisaje que podían contemplar durante su viaje. Algo que Ratzinger olvida cuidadosamente.

Lo que en otras partes de Europa dependía de revueltas o de episodios más o menos espaciados, aunque de enorme crueldad, en España era toda una industria: la de la Iglesia Católica persiguiendo a cualquiera que no fuese de los suyos y también a los suyos si se desviaban un ápice del pensamiento oficial y obligatorio para, después de quemarlos vivos, quedarse con sus bienes, que aquí antes no se tiraba nada.

La última víctima de la inquisición española fue un maestro de escuela que, en 1826 (sí, en pleno siglo XIX) acusado de no llevar a sus alumnos a misa y de otros actos así de horribles, fue ahorcado en Valencia. Ya que no le dejaban que fueran de verdad, el arzobispo católico se empeño en pintar unas llamas falsas en un barril bajo el pobre desgraciado, cuyos restos sí fueron quemados en el antiguo Cremador de la Inquisició (crematorio de la Inquisición) junto al río Turia.

Así de “agresiva” fue la iglesia católica en España y aunque todo esto pasó hace mucho tiempo y es muy desagradable de recordar, resulta que la actitud del Papa en Santiago de Compostela, tan alusiva a la historia me lo ha revivido. ¡Qué  le vamos a hacer! yo también tengo mi propia memoria selectiva. Y ella siempre me recuerda la sentencia del Conde de Montalambert, que tan eficaz como obstinadamente ha practicado la Iglesia de Benedicto XVI hasta hace poco, "Cuando soy débil os reclamo la libertad en nombre de vuestros principios; cuando soy fuerte os la niego en nombre de los míos".

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