viernes, 6 de julio de 2012

¿Creencias o interés?


Parece mentira el prestigio que han adquirido el mercado, el beneficio y el interés. Tanto que lo contamina casi todo. Si usted toma una decisión personal que no le beneficia obvia e inmediatamente queda como un idiota. Si su sentido de la humanidad le anima a realizar algún tipo de voluntariado no faltarán en sus propios círculos quienes le vean como un friki; un excéntrico que “canaliza sus frustraciones” en la parroquia, en la DYA, en la Cruz Roja o en cualquier ONG solidaria.

Es asombroso con qué displicencia se desprecia hoy la bondad y la moral, que en su día nos enseñaron como valiosas. El egoísmo se pretende ahora disfrazar de inteligencia y lo peor es que lo consigue las más de las veces.

Pasa en todo y, desde luego, también en la política. Parece como si lo bueno fuese que las personas no tuviésemos creencias, que mejor que no cargásemos con una forma propia de ver el mundo, con una imagen de lo que es justo y deseable y de lo que no lo es. Creer en algo, sentirse vinculado a un proyecto colectivo y defenderlo es visto por “los listos de la opinión” como una especie de horterada, como algo deleznable reservado en exclusiva a los atontados miembros de cada partido político concreto pero ajeno al verdadero ciudadano que, naturalmente, votaría y opinaría sin lastre moral alguno, pensando única y exclusivamente en su propio interés inmediato.

Los seres humanos somos complejos, tenemos intereses, por supuesto, tanto personales como de grupo, tenemos sentimientos de pertenencia y también tenemos un criterio moral propio: una forma concreta de ver las cosas de nuestro mundo cotidiano y del mundo en general. No es baldón ni vergüenza, todo lo contrario, es parte de nuestro ser. Todos defendemos nuestro interés, por supuesto, pero la gente valiosa es la que se mueve sobre todo por lo que le dicta su intuición y su corazón. Sobre todo porque ambos suelen ser más solidarios que su cuenta de ahorro.

Por supuesto que en medio de ese lío enmarañado adoptamos muchas decisiones tomando en cuenta a medias la razón y la emoción -claro que sí- y por supuesto que haciéndolo nos equivocamos muchas veces (aunque seguro que no más que los que se creen tan listos) pero ni podemos ni debemos renunciar a nuestros sueños, a los que nos hacer personas de verdad: Distintas en lo pensado pero iguales en pensar.

Cuando alguien le reproche que usted siga creyendo en cosas que no le benefician directamente no crea que esa persona es más lista ni mejor que usted, sólo es más cínica.

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