viernes, 13 de julio de 2012

Rezando y disimulando


Hasta hace poco las mezquitas eran para nosotros esos fascinantes templos de los países árabes. En Córdoba teníamos una, llamada oficialmente Santa Iglesia Catedral, pero que todo el mundo conoce como “La Mezquita” y en calidad de tal la visitan cada año miles de turistas que religiosamente abonamos el precio de la correspondiente entrada a la iglesia Católica. Si uno viaja por la península verá muchas torres de iglesia con sospechoso aspecto de no haber sido construidas originalmente para acoger campanas sino muecines.

Mezquita en Bilbao
Pero ahora resulta que las humildísimas mezquitas bilbaínas ocupan la prensa local y los esfuerzos de nuestros ediles. Tras ruidosas protestas vecinales una nueva normativa municipal buscará “conciliar el derecho a la libertad religiosa con la convivencia” prohibiendo que haya lugares de culto en edificios de viviendas. Menos mal que no tendrá carácter retroactivo porque conozco varias parroquias en bloques de pisos.

Algunos representantes de credos no católicos han puesto el dedo en la llaga, como hizo Santo Tomás con Jesús y, apelando a las pintorescas razones esgrimidas, han dicho que no entienden que en un bajo pueda abrirse un ruidoso pub y no así un oratorio.

Hace un par de años los suizos votaron prohibir la libertad de algunos de sus conciudadanos, de unos 410.000 aproximadamente, e impedirles que construyesen ningún minarete más de los 4 que ya había en las 180 mezquitas del país. La diferencia fue que allí las autoridades se mostraron públicamente consternadas por una decisión tan contraria a la libertad mientras aquí hay responsables municipales que se apuntan a la manifestación, eso sí, en defensa de la convivencia y la seguridad, ¡faltaría más!

Bastantes de los problemas que ahora nos asolan tienen que ver con el pánico insuperable de la política a ponerse en contra de alguien, con el pavor a expresar cualquier verdad incómoda. En esto no avanzaremos ni un paso mientras no afrontemos el asunto de cara. Mientras sigamos enmascarando la aversión colectiva a la religión musulmana en falsas razones de “seguridad”, “aforos”, “vías de evacuación” y otras evidentes caretas.

Tampoco podremos exigir a nadie que respete los derechos de los demás si las primeras en vulnerarlos son las instituciones que hemos elegido para hacerlos firmes. La afición por el disimulo y el fingimiento públicos son siempre criticables pero más aún cuando toca defender libertades ciudadanas básicas.

Publicado en Danok Bizkaia el 13 de julio de 2012

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