viernes, 5 de octubre de 2012

Daños colaterales


ABAO
El terrorismo vasco utilizó a menudo la expresión que da título a este artículo para tratar de justificar las heridas o la muerte de personas que, o bien pasaban por ahí al estallido de una bomba, o que “arteramente” vivían en las mismas casas-cuarteles que sus familiares guardias civiles y, consiguientemente, morían por ello. De entre las muchas indignidades que formaron parte del lenguaje político vasco hasta hace menos de un año ésta de los “daños colaterales” será una más de las muchas que nos causarán vergüenza colectiva como pueblo. Todo llegará.

Pero hoy apelo a ese concepto a cuenta de los “destrozos” que la crisis está causando en otros aspectos de la vida menos apremiantes que la creciente pobreza de las familias y que, por eso, pasan más desapercibidos.

Reconozco que, en medio de tanta escasez, es muy difícil justificar el uso de dinero público para sostener la cultura, sobre todo cuando ésta se percibe con especiales tintes elitistas. Es el caso de la Quincena Musical Donostiarra, que ya no tendrá ayuda alguna del Ministerio de Cultura, o de la Temporada de Ópera de la ABAO, a la que se le recorta nada menos que el 71,5% de la subvención que le venía aportando el Gobierno de España.

Contrariamente a lo que mucha gente cree, la extraordinaria temporada de ópera en Bilbao se sostiene muy mayoritariamente por sus propios medios económicos (entradas, abonos y patrocinios privados) y las ayudas suponen menos del 30% del presupuesto. Pero también es cierto que un recorte brusco, de hoy para hoy, del que siempre ha sido su principal patrocinador, pone en riesgo serio la continuidad de una manifestación cultural tan destacada. Si a esto añadimos la subida de 8 puntos en el IVA y la previsible caída en el gasto de las familias aficionadas (que en absoluto se corresponden con la tópica imagen del potentado de chistera y bastón de plata) tenemos todos los ingredientes para que Bilbao y San Sebastián se hagan ciudades más pequeñas y provincianas al perder una parte de su histórica y valiosa herencia cultural.

Son los daños colaterales de la crisis a los que me refería. En medio de la emergencia comprendo que a pocos les importe que el “lujo” del arte sea el primero en caer, pero temo que detrás de él puedan caer también el “lujo” de la salud, el “lujo” de la educación pública, el “lujo” de la libertad y, al fin, el “lujo” de la esperanza.

Cuentan que Sócrates, prisionero en Atenas y a punto de ser ajusticiado, quiso aprender a tocar la flauta. Tal vez porque sabía muy bien que la música, el arte y la cultura en general es aquello que nos hace auténticamente humanos y de esa forma demostraba que él ni por un momento consintió en dejar de serlo. Ya veremos si aquí somos capaces de entenderlo también así.

Publicado en Danok Bizkaia el 5 de octubre de 2012

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