jueves, 11 de octubre de 2012

Espíritu de pobre


Hubo un tiempo en que parecía que el honor de nuestro país se medía por la calidad del zumo de naranja de su aerolínea de bandera. La indignación y los chistes sobre aquel refresco que nos ofrecían gratuitamente eran constantes y crueles, pero sobre todo denotaban un concepto del avión como un espacio en el que el pasaje sentía que tenía derecho indiscutible al lujo.

No parece que hayamos cambiado mucho. Ahora que el avión es enormemente popular y que hay compañías que ofrecen viajes a precios no ya bajos sino asombrosamente ridículos, la manía de valorar el vuelo por su catering parece que se mantiene absurdamente intacta y, claro, las muestras de indignación se han hecho más habituales y virulentas. Tanto es así que un puñado de incidentes menores en una aerolínea low cost han hecho pronunciarse incluso a miembros del Gobierno, silenciados en cuando se conocieron que los datos estadísticos eran iguales o mejores que los de los grandes operadores.

Hay quien se subleva porque sólo le dejen llevar en la cabina una única maleta, pese a que se lo hayan explicado antes con todo detalle. Cuando he viajado en compañías baratas y cuando lo he hecho en las que me han cobrado 10 o 15 veces más por el mismo viaje yo no he apreciado las asombrosas diferencias en el espacio entre asientos que otros denuncian airados, todos me han parecido igualmente estrechos. Conozco a quien le enfurece sin límites tener que imprimirse la tarjeta de embarque en su propia impresora pero que no duda en pasar a papel hasta los e-mails.

Confieso que me sorprende que me cobren una alta comisión por pagar con tarjeta de crédito aunque con todo, el viaje siga siendo barato. Por el contrario, aprecio la tranquilidad y falta de estrés de los pequeños aeropuertos de segundo orden y la rapidez de embarque en vuelos en los que apenas hay que tramitar maletas. Desde luego prefiero la fría y austera eficiencia de unos a tener aguantar horas de retraso de otros, aunque alguna vez haya sido lujosamente atendido en la VIP lounge (para una vez que va uno en business)

Debo tener espíritu de pobre porque no me ofende pagar el periódico cuando me cobran mucho menos por el viaje en el que alguna vez incluso he llegado antes de la hora. Y ya para colmo, les confieso que a mí no me disgustaba aquel zumo. Lo dicho: un pringao.

Publicado en Danok Bizkaia el 11 de octubre de 2012

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