viernes, 13 de septiembre de 2013

Voto individual y secreto (COI. Primer ensayo)


La elección de Tokio 2020 y, sobre todo, la fulminante eliminación de la candidatura de Madrid ha sido tomada por unos con enorme decepción, por otros con alivio, e incluso hay quienes la han recibido con velada satisfacción.

Guste o no el resultado final, en lo que todo el mundo parece coincidir es en que detrás del voto de cada uno de los 98 miembros del COI hay, sin la menor duda, razones no conocidas, presiones oscuras, intereses en la sombra y estrategias inconfesables. Partidarios y detractores de la candidatura de Madrid coinciden todos en ese convencimiento profundo y no faltan aquellos que reprochan a los promotores su ineptitud no solo para hablar inglés sino sobre todo a la hora de moverse eficazmente en esos fangosos y subterráneos foros de influencia en los que se habría decidido el voto.

Sorprendentemente no he leído una sola línea ni he escuchado una sola voz que haya aplaudido la transparencia, la claridad, la libertad y la frescura del sistema de votación individual y secreto aplicado en la cita de Buenos Aires. Y me extraña que así sea puesto que ese mismo método es justamente el que día sí y día también se nos propone aplicar aquí para rehabilitar nuestro sistema político y devolverle el brillo perdido: Que cada diputado vote exactamente lo que le de la real (o republicana) gana, sin atenerse a disciplinas de partido y con plena libertad para decidir según su conciencia y lealtad hacia sus electores (o hacia quien le haya pagado la campaña). Lo contrario de lo que pasa ahora y exactamente lo que hacen en el COI.

Saber de antemano el resultado final de cualquier votación parlamentaria nos molesta. Con razón. Lo consideramos un grave defecto democrático a corregir pero al parecer tampoco nos gusta nada ignorar los motivos que se esconden detrás de cada voto individual y, en consecuencia, inmediatamente nos lanzamos a rebuscar razones vergonzosas y secretas.

Aclarémonos. No puede ser que fiemos la regeneración democrática de nuestro sistema parlamentario a la voluntad libérrima de cada diputado o diputada y luego, en el primer ensayo de aplicación de tal procedimiento, todos demos como hecho indiscutible que hay una trampa oscura detrás de cada voto. Convendría un poquito más de reflexión y un poco menos de ligereza, no sea que estemos queriendo hacer un pan con unas tortas.

Publicado en Danok Bizkaia el 13 de setiembre de 2013


3 comentarios:

Jon AU dijo...

Es la tiranía de este sistema democrático... un buen sistema, que rara vez se aplicará, precisamente porque es bueno

Anónimo dijo...


La reconocida habilidad de Torcuato Fernández-Miranda y el inestimable apoyo que le brindó Miguel Primo de Rivera, al que hacía ya tiempo había pedido su colaboración, permitieron que en las sesiones del Consejo del Reino el nombre de Adolfo Suárez fuera superando todas las votaciones, urdidas con tanto ingenio como lógica por el propio Fernández-Miranda, y que a las dos de la tarde del sábado 3 de julio el presidente de las Cortes saliera de la última reunión pronunciando la histórica frase: "Estoy en condiciones de ofrecer al Rey lo que me ha pedido". La terna propuesta la integraban Federico Silva, Gregorio López Bravo y Adolfo Suárez, y, según el testimonio de Alfonso Osorio, Silva Muñoz obtuvo 15 votos, López Bravo 14 y Suárez 12 votos. Miguel Primo de Rivera no votó a Silva Muñoz, impidiendo así que obtuviera la unanimidad.
Estaba claro que esa organización “por familias” obligaba a enfrentarse entre sí a Fraga, por ejemplo, con Areilza (ambos candidatos, en principio, más poderosos) y que los partidarios de unos u otros se odiaban lo suficiente como para no votarse entre sí. Suarez colaba sin ser NUNCA el favorito, sino el segundo. Cómo llegó Torcuato Fdez. Miranda a hacer coincidir a Suárez con la momia de Rodríguez de Valcárcel es un verdadero misterio y una obra maestra de la manipulación.
En general, en una votación cualquiera, es posible que el mejor candidato (es un decir, el favorito) no salga, si se produce la conjura de los dos siguientes.
El que parte como favorito, si no gana, no tendrá el sufragio de ninguno de los más débiles. El segundo es el que tiene más motivos para odiarle y preferirá votar a un tercero que, además, tiene en principio menos fuerza que él mismo. Éstos, en principio, se votarán mutuamente para, descartado el favorito, ir a cara de perro porque se ven con más posibilidades de vencerse entre sí.
Lo que ha ocurrido en Buenos Aires es muy lógico.
A partir del primer resultado (empate entre Estambul y Madrid) Madrid estaba condenada.
Todos los partidarios de Estambul, evidentemente, volverían a votar por Estambul y los de Tokio también por Estambul (candidata a todas luces más débil, comparando con Madrid).
Eliminada Madrid, Estambul fue pan comido para Tokio, como es natural.

Carlos Gorostiza dijo...

Creo que todos los sistemas democráticos tienen ventajas e inconvenientes, que cada uno tiene su parte más justa y su parte más injusta. Es inevitable. Precisamente por eso es por lo que quería señalar el error que, a mi juicio, supone creer que si acabamos con un mal método y lo sustituimos por otro, únicamente obtendremos consecuencias benéficas y ninguna otra.