martes, 7 de abril de 2020

Auguro que vendrán los liberales, cual torna la cigüeña al campanario

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Antonio Machado
El secretario de Economía del PP, Daniel Lacalle, un destacado economista liberal, respondió el pasado 17 de marzo con gran agilidad y presteza a las primeras medidas económicas del Gobierno, diciendo que las decisiones de apoyo a los ERTES, los 200.000 millones previstos para ayudas y las demás decisiones solo eran "gasto y pequeños parches", y que olvidaban a los autónomos. No ha vuelto a hablar.

Ignoro si le mandaron callar o calló él sólo, espantado ante las exigencias intervencionistas de su partido que han venido después y en las que reclama cada día más dinero, más gasto público y más ayudas económicas para todos, especialmente para nosotros, los autónomos. El PP exige, además, que todo ese gasto adicional vaya acompañado, faltaría más, de la supresión de casi todos los impuestos. No me extraña que, siendo Lacalle economista, se mantenga en silencio.

En España, por cierto, hemos descubierto que apenas hay empresas, ni trabajadores, que solo estamos los autónomos. Bueno, nosotros y esa pobre clase media que gana más de 140.000 euros al año, con la que compartimos a medias el odio fiscal que a ambos colectivos nos tiene este Gobierno.

Los autónomos nos hemos convertido en la excusa para criticar cualquier decisión económica


Los autónomos nos hemos convertido en la excusa inapelable para criticar cualquier decisión económica que pueda tomarse. Estando nosotros ahí -sufrientes- ¿cómo es posible que alguien hable de otra cosa? Si una decisión no nos beneficia ¿para qué sirve, entonces? Los autónomos somos los nuevos menesterosos a proteger, como aquellos niños desvalidos de vientres hinchados y piernas famélicas o como los chinitos para los que se recogía papel de plata en mi infancia. Papel con el que, por cierto, los chinos adultos de hoy envuelven las mascarillas que nos venden al precio de la plata misma, tal y como establece la muy liberal ley de la oferta y la demanda que el Partido Comunista Chino ha adoptado con la fruición del converso.

Dicen, y dicen bien, que toda esta crisis pasará y seguro que así va a ser, pero de lo que no estoy tan convencido es de que con su final vayan a venir todos esos cambios estupendos que se anuncian. Quizás porque recuerdo todavía las declaraciones que en plena crisis de 2008 se hacían por parte de los más altos y prestigiosos pensadores de la economía de que todo iba a cambiar y que aquello iba a ser la refundación del capitalismo. Por supuesto que nada de eso pasó, la prioridad siguieron siendo los beneficios al precio que fuese (sobre todo porque ese precio siempre lo pagan otros) y la globalización trajo un nuevo capitalismo que recordaba vivamente al de siempre. Lo que sí se vino abajo fueron los derechos laborales y las empresas que en lugar de hacer enjuagues financieros por el mundo global, se dedicaban a producir bienes tangibles y otras horteradas parecidas. A quién se le ocurre perder el tiempo y el dinero fabricando mascarillas o respiradores ¡alma de Dios!

Estamos ante una situación excepcional que ha puesto en evidencia los límites de un hiperliberalismo mundial que ha descapitalizado a las sociedades hasta de lo más básico para su propia salud y que ha fragilizado las cadenas de suministro, ahora dependientes de países lejanos, imprevisibles, incontrolables pero, eso sí, baratos.

Volveremos a escuchar que la sanidad pública es un derroche y que las ayudas crean pobres


Cuando todo esto pase volverán los liberales, lo harán sin pudor, con la naturalidad de las cigüeñas, como pronosticaba el hombre del casino provinciano de Antonio Machado. Volveremos a escuchar que la sanidad pública es un derroche, que las ayudas a la dependencia crean pobres, que la libre competencia es mano de santo (siempre que cuente con la ayuda de algún plan renove o de algún rescate público -qué menos-) y que el dinero donde mejor está no es en los hospitales públicos sino en el bolsillo de los ciudadanos, siempre que estos no sean policías ni guardias, ni médicos, ni auxiliares, ni enfermeros, ni gerocultores, ni basureros, ni camioneros, ni riders, ni siquiera investigadores universitarios. Que el dinero debe estar en los bolsillos de las clases medias, de las de a 140.000 euros anuales, para arriba, que es la verdadera gente que cuenta. Todo eso llegará cuando dejemos de aplaudir en los balcones, seguro. No le quepa duda.

Debo confesar que mientras tecleaba el texto me invadía un cierto desasosiego porque tengo un gran aprecio por los liberales de verdad (conozco pocos, pero sí algunos) a los que respeto incomparablemente más que a los conservadores que les han parasitado el nombre al carecer ellos de ideología propia que enseñar. Por eso nunca utilizo el término neoliberal, porque quienes así se hacen llamar habitualmente no son más que conservadores malamente embozados, que odian toda libertad que no sea la del dinero, y ni siquiera la de todo el dinero sino solo la del suyo propio para el que reclaman siempre el apoyo del Estado. Pero eso da para otro artículo.




1 comentario:

Rafael dijo...

Espero que te equivoques, y el paradigma neo-liberal se haya caído de una vez después de esta crisis sanitaria que esta siendo mucho mas dura gracias a los recortes neo-liberales del Partido Popular ya que en el 2007, estábamos equiparados nuestra cobertura sanitaria a la que disfrutaban los alemanes,ahora hay una diferencia de 6 veces mas camas en Alemania por paciente que en la Comunidad de Madrid, y aun siguen con el erre que erre de que son leyendas urbanas. Quizá consuele que esa relación es mucho menor en otras Comunidades Autónomas, como Euskadi o Galicia, pero eso no resucita a los muertos, y sobre todo a los muertos porque ya eran mayores de 80 años. La evidencia muestra la mayor incidencia de forma inversamente proporcional a los recortes sanitarios y a las ansias de privatización de las Residencias de Mayores en España.