Hemos oído hablar tanto del efecto mariposa (eso de que el aleteo de una mariposa puede provocar un huracán al otro lado del mundo) que nos hemos construido el espejismo de que todas las desgracias son productos casi del azar, inevitables, y que sus orígenes son inaprensibles para nosotros.
Pero no siempre es así. A veces las desgracias y las tormentas se desatan después de un trabajo ímprobo, constante y activo por nuestra parte para que sucedan.
Esforzarse en hacerlo todo mal, a conciencia, y con considerable dedicación por parte de un número suficiente de personas, a veces resulta todo un éxito y finalmente sobreviene el desastre que se buscaba con tanto ahínco.
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