viernes, 14 de diciembre de 2007

Decimotercera entrega. El problema de los colores


(Útil para las mujeres)

De pequeños a todos nos enseñaron que el arco iris estaba formado por siete colores. En la versión que yo recibí eran: rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, añil y morado. He de confesar que ya desde aquel momento he tenido problemas para asignar bien cuál es exactamente la posición del añil y en qué se diferencia del azul y del morado.

Más adelante, en física, aprendimos los experimentos de Newton sobre la descomposición de la luz blanca a través de un prisma, las distintas longitudes de onda de cada color y demás. Información que, por cierto, no logró despejar mis dudas sobre el añil, pero en fin, cada uno debe asumir sus carencias.


Aquella lista que aprendí de niño fue posteriormente ampliada con el marrón, el rosa, el gris, el azul marino, el granate y los matices claro y oscuro aplicables a todos ellos excepto al blanco y al negro que, en mi limitación, pensé siempre que no admitían variación alguna.

El primer impacto que sufrió mi hasta entonces definitiva clasificación de colores vino de la mano de mi madre y fue causado por la aparición del misterioso beige o beis, o como quiera que se escriba. El antiguo añil y el nuevo beige (que además de indefinible me resultada lingüísticamente ajeno) iniciaron un proceso de descomposición de mi seguridad cromática que se ha visto con los años dinamitada por la aparición de otros colores, traídos a mi frágil realidad siempre de la mano de mujeres. Así recuerdo que las siguientes andanadas vinieron con el lila, el fucsia, el berenjena, el caldera y más adelante, ya en un verdadero delirio, el malva, el melón, el crudo, el quisquilla y el más asombroso de todos, que atinadamente me señaló mi amigo Julio: el blanco roto. Me han hablado incluso de más colores pero mi mente es ya incapaz siquiera de hacer el esfuerzo de intentar entenderlos.

Por razones profesionales tuve que añadir después a mi paleta mental los colores cyan y magenta. Tengo incluso un catálogo de colores Pantone (que es una clasificación utilizada en diseño gráfico) en la que miles de ellos vienen definidos por un tranquilizador número pero que, lamentablemente, no me ha servido para superar mi dificultad con las mujeres en este sentido. Qué le vamos a hacer.

Como me consta que no soy un caso único he creído necesario incluir este problema entre los aspectos que conviene administrar para la relación entre sexos ya que no conozco ninguna mujer que tenga dificultad alguna para entenderse con otras en materia de colores. Afortunadamente es un tema menor en comparación con otros motivos de incomprensión intersexual pero no está de más que procuremos hacernos todos y todas conscientes de que nuestro sexo parece influir también en nuestra capacidad de comprender los colores. Así, poniendo un poco de cuidado evitaremos conflictos derivados de esa tara tan masculina.

Para evitar malos entendidos os sugiero a vosotras que en el trato con nosotros evitéis referiros a los colores no básicos (los del arco iris y poco más). Podéis hablar de la ropa con otras definiciones como por ejemplo: ...la chaqueta que compraste en Barcelona, la corbata con perritos, el abrigo que llevas a las bodas. Cualquier cosa que nos ayude a entenderos sin marearnos intentando entender un color que, lamentablemente, no ocupa neurona alguna en nuestro cerebro.

Por el momento esta solución sencilla que sugiero puede facilitarnos la vida a todos y a todas. En otra entrega me haré eco de las dificultades que muchos hombres tenemos para saber qué combina con qué y de lo mal que lo pasamos cuando, perdida la seguridad de nuestras madres y el firme asidero del uniforme en el servicio militar, nuestros ojos deambulan ahora asombrados y nuestro espíritu contrito por las perchas y los cajones de los armarios.

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