jueves, 27 de diciembre de 2007

Decimoquinta entrega. Esto pega. Esto se mata


(Útil para las mujeres)

En la entrega anterior hice referencia a la dificultad que muchos hombres tenemos para entender los colores y ponerles nombre. Contrariamente a la a menudo insultante destreza con que vosotras los manejáis. Apunté entonces que algunos añadíamos a esa dificultad casi sensorial la incapacidad para comprender qué colores de ropa combinan entre sí y cuáles no. Sospecho que existe un amplio abanico de posibilidades (de hecho, me temo que existe) pero también soy consciente de que hay colores que no combinan en absoluto por muy variables que sean el gusto o las preferencias de las personas. Y ahí está el problema.

Ese conocimiento (ese know how, que diría un consultor) me resulta completamente ajeno. Como no es una disciplina reglada que se pueda estudiar en un libro ni hay clases para aprender a maridar ropa, las personas como yo, que somos legión y casi todos tíos, nos vemos como náufragos perdidos en un proceloso mar de colores, texturas, cuadros, rayas, etc.


Ocurre algo peor. Que se trata de un conocimiento que las personas que lo poseen dan por universal y, claro, cuando preguntas a una mujer si una prenda combina con otra o no, ella te mira con cara de quien no sabe si te estás riendo de ella o si te has vuelto daltónico de repente. Y no. Es solo que lo preguntas porque no lo sabes. Habitualmente te suelen contestar con frases del tipo: ¿Pero es que no lo ves? ¿No te das cuenta de que esta camisa no se puede llevar con esa corbata? Pues chicas, no, no lo vemos y esas preguntas no ayudan nada.

Nuestra angustia crece cuando nos queréis explicar el porqué de unas combinaciones y no de otras. Lejos de ayudarnos, a veces lo que conseguís es que aún nos mareemos más. Como cuando decís que un color “pega” y otro, casi idéntico, “se mata”. Esa afirmación a mi al menos si que me mata. Porque me hace ver que existe una línea peligrosa y sutil entre el acierto completo y el fracaso absoluto.

Mi amiga Begoña encontró una solución nada educativa pero bien práctica. Colocó las prendas de su marido en perchas, cuidando de establecer múltiples combinaciones correctas de pantalón, americana, camisa y corbata. Armada con su cámara digital hizo fotos de aquellas combinaciones y las pegó por dentro en la puerta del armario ropero. Pocas muestras de amor he visto yo que puedan igualarse a tan abnegada tarea.

Sin llegar a ese extremo, sí que os sugiero que muy poco a poco vayáis ayudándonos a desarrollar esta habilidad. Al principio valdrá con que nos aprendamos, de memoria, qué prendas de las que tenemos jamás deben combinarse. Después ya pasaremos a aprender nuevas combinaciones y así, pasito a pasito, es posible que vayamos desarrollando al menos los rudimentos de esa habilidad. Pero, sobre todo tened paciencia, ya sabéis que los hombres a veces somos demasiado lentos en unas cosas y demasiado rápidos en otras.

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