miércoles, 3 de marzo de 2021

Los aitites que todavía viven en Euskadi

  

Cuando nació el término “mileurista” (en una carta a El País de hace 16 años) se entendió como un fracaso social. Era la inaceptable prolongación de una situación admisible cuando era provisional pero que, al alargarse, se convertía en frustrante para los jóvenes, a los que impedía su desarrollo personal y su emancipación. Aquellos tiempos ya pasaron; hoy ser mileurista ya no es visto como un fracaso para la sociedad sino como una aspiración para millones de jóvenes que han visto cómo se derrumbaban sus esperanzas y cómo resultaba falso lo que les dijimos: que su esfuerzo en formación les daría resultados. No fue así.

Ahora resulta que nos alarma que esos jóvenes que viven en la cuerda floja no tengan hijos, que no formen familias, que no compren pisos ni coches, que no se endeuden. Eso, que tanto preocupa y que empobrece el país, es el resultado de muchos años de precariedad y de incertidumbre.

Corremos el riesgo de ver cómo los jóvenes se instalan indefinidamente en esa precariedad mejor o peor llevada o el de ver que los que finalmente puedan despegar sus proyectos de vida lo tengan que hacer fuera y nosotros seamos un día solo los aitites que todavía viven en Euskadi.

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