martes, 27 de marzo de 2012

1812- 2012

Azulejo conmemorativo del Bicentenario de la Constitución de 1812
Supongo que es ley de vida que cada generación crea que su tiempo es el auténticamente decisivo y que es ella la llamada a entregar definitivamente a las venideras un mundo si no perfecto al menos casi perfecto. Tamaña estupidez no se sostiene un minuto en una mente mínimamente reflexiva pero, sin embargo esa sensación de que “lo importante” es lo que hacemos la gente de nuestra edad y el resto son excentricidades de jóvenes o de viejos, tiene un asombroso e inexplicable éxito.

Estos días se están celebrando actos institucionales en conmemoración del bicentenario de la aprobación en Cádiz de la Constitución de 1812, puede que la más progresista y liberal de su momento. Fue conocida popularmente por “la Pepa”; nombre bien gracioso que solo podía provenir de una ciudad del Sur, pero nombre también cuya invocación costó la vida a muchos españoles, lo que no tuvo en verdad ninguna gracia. ¡Viva la Pepa! fue en tiempos un grito subversivo y revolucionario, muy caro para quien fuese sorprendido pronunciándolo después de que la reacción, el atraso y el miedo recuperasen en España -para mal- los territorios de libertad que aquella Constitución había ganado en Cádiz para bien.

Viene esta breve alusión histórica a que las generaciones que nos precedieron también tuvieron sus momentos de lucha, de gloria, de éxito, de libertades y de derechos, pero que, sin embargo, lo conseguido en unos momentos se perdió también en otros, que la historia de la gente de la calle, no ha sido nunca un camino recto. Nada de eso. La historia de las generaciones que nos precedieron ha sido de altibajos, de avances y retrocesos, de alegrías por lo logrado y de tristezas por lo después perdido. 1812 fue un momento de especial efervescencia de la libertad y, posiblemente por eso, la destrucción de aquella esperanza fue también especialmente dura y dramática.

No entregaremos a nuestros hijos un mundo perfecto, pero al menos deberemos intentar, por pura dignidad, que no sea en nuestro tiempo en el que se pierda lo que habíamos conseguido para nosotros, cosas que llegamos a creer afianzadas para siempre y que ahora están en peligro. No nos asedian las tropas napoleónicas, como entonces, pero sí los intereses de los mercados y las grandes empresas. No nos han secuestrado al Rey pero no le harán ascos a quedarse con la sanidad o la educación públicas. Con los derechos de los trabajadores ya han empezado.

Puesto que tan solo nos toca transitar por algunos peldaños en la escalera de la historia intentemos subir cuantos podamos y bajar los menos posibles; si puede ser ninguno. Y no nos dejemos empujar escaleras abajo. Puede que sólo con eso ya hayamos logrado mucho.


Publicado en Danok Bizkaia el 23 de marzo de 2012

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