Muelles de Bilbao Foto Blog Radiaciones |
Mi amigo Manu es ingeniero. Un hombre organizado y metódico, al que el caos nunca ha conseguido vencer, muy al contrario de lo que nos pasa a quienes vivimos dominados por él. Vencedor de ese enemigo insidioso, siempre ha encontrado tiempo para atender a las personas con las que trabaja, para los amigos y para su familia. Los expertos dirían que tiene mucha inteligencia emocional, yo me quedo en que le sobra sentido común.
Los ingenieros como Manu transforman el mundo físico. Hacen que lo imposible sea fácil: atravesar un río, amarrar un buque de miles de toneladas, volar a 10.000 metros de altura o simplemente lavar y secar la vajilla. Todas esas cosas y miles de otras más tuvieron detrás a un ingeniero que se enfrentó a dificultades y problemas inimaginables para mí. Problemas que no se resolvían solo con la calculadora; que, todo lo contrario, requerían imaginación y curiosidad. Nada de mentes cuadradas, si acaso ordenadas, que es muy diferente.
Frente al Ayuntamiento están haciendo estos días una obra de refuerzo de los viejos muelles bilbaínos, esos mismos que domesticaron la ría y la transformaron de cauce de agua en cauce de riqueza. En medio de la atareada vida urbana, el lunes pasado una máquina perforaba la ribera con un inmenso tubo. Desde el puente y desde la orilla de enfrente, en pie, cómodamente sentados o con una ojeada rápida al pasar gentes de toda edad, no solo jubilados, seguían atentamente el ruidoso espectáculo de aquellos titanes de hierro, en lucha contra el lodo y el agua. Me acordé de Manu, que me habría explicado con detalle y pasión lo que aquellos hombres enfangados estaban haciendo.
El circo del ser humano cambiando el mundo para acomodarlo a sus necesidades es un espectáculo tan antiguo como nosotros mismos. No es de extrañar que tenga una capacidad de convocatoria tan universal. Hay una serie televisiva que muestra grandes obras y complicadas operaciones industriales; una suerte de National Geographic pero en el que los exóticos y elegantes salacots son sustituidos por los nada glamurosos cascos de seguridad.
Se suelen hacer bromas a cuenta de los veteranos que se dedican a observar las obras urbanas pero la verdad es que contemplar en vivo y en directo algunos trabajos es un espectáculo asombroso y cautivador que solo requiere disponer tiempo, algo que los mayores tienen y que a los demás nos falta siempre. No pude quedarme a mirar -no tenía tiempo con el que pagar la entrada- pero no lo duden: me quedé con las ganas.
Publicado en Danok Bizkaia el 9 de marzo de 2012
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