viernes, 12 de abril de 2013

El malahostiómetro

Foto El diario.es

Sobran motivos para que muchísima gente esté cabreada. Casi todos lo estamos en alguna medida y a ninguno nos faltan razones para ello. Tal vez la mala leche sea consecuencia natural y lógica cuando se acumulan en los seres humanos el asombro, la desesperanza y el miedo, sobre todo el miedo. Pero sin duda alguna la ira es un sentimiento con vida propia que, una vez liberado, nunca trae buenas consecuencias. Y casi siempre las peores son, precisamente, para quienes la confundieron con un sentimiento liberador al verla estallar.

Por eso me deja atónito que no solo desde internet sino desde muchos medios y algún sector político se esté estimulando la cólera con tanta vehemencia y que, en defensa de una especie de Santa Indignación, se acepte como normal y legítimo que el mucho enfado sirva para justificar cualquier acción coactiva, en principio pacífica -se dice- pero luego ya veremos. Supongo que dependerá del enfado.

Por eso, si ahora va resultar que el nivel de irritación va a ser lo que autorice a saltarse barreras, normas, derechos y respetos, necesitaremos alguna herramienta que nos ayude a determinar cuánto abuso tendría derecho a cometer el abusado. De ahí el título de esta columna.

Ahora que habíamos empezado a desechar el tradicional concepto atenuante de “crimen pasional” y le llamamos violencia machista es cuando surgen partidarios de que la propia democracia se administre no en base al frío recuento de votos en las urnas sino dando carta de naturaleza al calor de los sentimientos y a la emoción. Mal vamos.

A todos nos gusta que nos quieran (incluso a mí que escribo hoy esta columna tan poco adecuada para ello) así que sospecho que quienes han optado por pasarse de la lógica comprensión del dolor a la apología de la ira lo que hacen es elegir el camino que creen más fácil y directo para alimentar su propia popularidad, justo lo que los griegos clásicos llamaron demagogia.

Esta semana perdimos a alguien completamente ajeno a esa estrategia perversa. José Luis Sampedro, economista, profesor, filósofo y escritor al que su larga y fecunda vida aportó la sabiduría y serenidad necesarias para señalar la auténtica profundidad de los problemas. Un hombre libre, que tuvo la dignidad de decir siempre lo que pensaba sin miedo pero también sin ira. Entre Sampedro y el diputado del PP, que creyó que su enorme enfado también le daba derecho a él a amenazar, me quedo con el primero.



3 comentarios:

Unknown dijo...

Un 10.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

coincido y sumo a tu "Goros- Tolkien Dictionary" estas nuevas entrada: decidologianacionalista o demagodecidologia
un abrazo