viernes, 18 de mayo de 2012

El consejero pasmado



En mis frecuentes viajes a lo largo de la Nacional 1 dispongo de mucho tiempo (los autobuses son cumplidores modélicos de la legalidad vial). Lejos de desesperarme por ello lo aprovecho para leer con placentera parsimonia. Un verdadero lujo.

Solo así es posible que el pasado domingo hincase el diente a un excelente reportaje en las páginas salmón del diario El País (es de caballeros señalar las virtudes de “la competencia”) que informaba de la creciente distancia entre los sueldos que las grandes empresas abonan a sus altos directivos y lo que pagan a sus empleados: 170 veces más en una, 157 en otra, 185 veces en esa, 233 en aquella y algún directivo hay que cobra hasta 1004 veces el salario medio de sus empleados.

Son empresas privadas, se nos dice, y con tal argumento quieren zanjar no ya las críticas sino cualquier atisbo de reprobación. Soy cliente de algunas de ellas así que no sé que bula se piensan que tienen para hacerme callar mi libre opinión sobre su libre política retributiva. Así que sigo leyendo -y opinando- y veo que los resultados en bolsa de tales empresas para nada se corresponden con lo que sus máximos directivos se embolsan. Todo lo contrario: Empresas que han perdido en cuatro años el 33% de su valor, el 44%, el 68%, el 76% y hasta el 89%, premian con inexplicable esplendidez a quienes las están conduciendo con habilidad tan discutible.

Precisamente los pocos casos de empresas citadas en el artículo que han ganado valor en bolsa, son los que corresponden -vaya por Dios- a directivos con sueldos más modestos, altísimos para usted o para mí pero calderilla para sus compañeros de página. Parece como si existiese una frontera prodigiosa y que una vez superado el listón mágico del millón de euros anuales (los hay que cobran 4, 6, 12 y hasta 20 millones) diese igual que el trabajo se haga bien o mal y que fuera lo mismo que sus accionistas ganasen millonadas o que se arruinasen.

Sí que son empresas privadas, o privatizadas (lo que quiere decir que una vez fueron nuestras, de ustedes y mías) pero no me negarán que asombra una prodigalidad tan injustificada de los Consejos de Administración hacia quienes dirigen sus empresas, esas con las que se supone que esperarían ganar dinero.

Tal vez en el fondo se trate del castizo “hoy por ti, mañana por mí”, pero entonces que no me hablen nunca más de la “indiscutible eficiencia” de lo privado frente a una supuesta incompetencia de lo público porque no cuela.

Y para que lo sepan todo yo también soy miembro de un Consejo de Administración, éste sí que público, y cobro por ello unas dietas mensuales de 126,45 euros, lo que hacen 1.517,4 euros brutos al año. Que no se diga. Pero palabrita que lo mío no es envidia, es pasmo.

Publicado en Danok Bizkaia el 18 de mayo de 2012

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